Eventos & Subastas

El sentir de los Colores
JOSÉ ESTEBAN MARTÍNEZ,
Quizá por la tradición fundada alrededor de ese horno primigenio, por la intensamente colorada tierra, por el cielo rabiosamente azul y por la cantera rosa, Zacatecas es y ha sido campo fértil de pintores como Francisco Goitia, Armando Belmontes, Ismael Guardado, Pedro Coronel, Rafael Coronel y Manuel Felguérez, paisanos y colegas de José Esteban Martínez, reconocido artista, gestor cultural y emprendedor, estudió diseño gráfico en la Universidad Nacional Autónoma de México, posgrados en Tecnología y en Comunicación Educativa.
Antes de dedicarse de lleno a la pintura, ilustraba libros infantiles y revistas para la ‘Enciclopedia Infantil Colibrí’, de la mano de la extraordinaria artista y fotógrafa Mariana Yampolsky. Como tantos otros artistas y escritores, se sumó de lleno a ese esfuerzo generoso y comprometido por ofrecer arte y cultura a la niñez, que fue Colibrí, igual que Octavio Paz, Miguel Leon-Portilla y Francisco Toledo, por nombrar sólo a algunos.
José Esteban hace de cada obra por dura y crítica que sea una explosión de fiesta, de jolgorio, de alegría. Y es que, como él mismo ha dicho, el trabajo en la pintura “debe ser festivo, con color, con muy buen ambiente”, pero no planea los colores, simplemente estos cobran en la paleta e inundan los lienzos: “es algo que se da solito”, dice él.
Así, en su pintura -tan juguetona, burlona, irreverente, irrepetible e ingeniosa como él mismo- está presente una reflexión profunda sobre la mexicanidad y lo mexicano, de la que ninguno de nosotros escapa, de una u otra manera todos figuramos en sus cuadros: lo mismo los personajes de su amado Fresnillo que los animales que se han ganado un puesto en los mitos de creación o en los brazos infantiles, casi todas las manifestaciones del arte popular, los instantes de la vida alegre, los rituales de paso y las fiestas chicas y grandes, los políticos, los borrachos, las mujeres de buena y mala fama, las sumisas y las insumisas, las chismosas, los cafres, los luchadores, las bañistas, los pelones, las catrinas, los compadres, los amantes, las vírgenes, las banderas, las frutas, los nopales y magueyes, las madres, la muerte… y entre todos ellos sus familiares y sus amigos.
Expuso en el Museo de Arte Moderno, en la Galería Tierra Adentro entre otras a nivel nacional e internacional. Impartió el taller de acuarela en el Taller Rufino Tamayo de Oaxaca, donde conoció a pintores de la talla del maestro Rodolfo Morales, cuya impronta me parece tan visible en su obra como la de Mariana Yampolsky. Hay piezas de José Esteban que se me figuran un hermoso homenaje al maestro. Así, Oaxaca a la que él siempre regresa –“uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, dice la canción- y el arte oaxaqueño le dieron la madurez pictórica y redondearon su concepción artística.
Su exposición en el Museo de Arte Moderno atrajo la atención de galerías de arte como la neoyorquina Vorpal Gallery, y luego a tantas otras del mundo entero, aunque para él, su exposición más importante y significativa tuvo lugar en un antiguo castillo de Roma.
En julio de 2018, luego de sufrir dos infartos, José Esteban Martínez presentó en el Museo Rafael Coronel de la capital zacatecana la muestra “Me muero de ganas de vivir”, acompañada de un libro catálogo que compendia su obra plástica de los últimos treinta años. En su larga, prolífica y polifacética carrera, José Esteban ha experimentado con todas las técnicas, formatos y materiales y ha incursionado en todas las formas posibles de creación.
José Esteban se define como un “aprendiz de brujo autodidacta”, extraordinario artista, José Esteban es también un maravilloso ser humano. Celebro su arte y su vida, su triunfo sobre la muerte, y su amistad sin reservas, ese amor del bueno que nos mantiene unidos, hablando de proyectos, burlándonos de nosotros mismos, llorando los sinsabores y riendo las bendiciones, lustro tras lustro, juntos igual que la primera noche en que, tequila en la mano, durante un viaje de trabajo a la Feria del Libro de Ciudad Juárez, en los años noventa, cantó espléndidamente hasta la madrugada, con esa entrega que solamente puede tener quien tiene el hoy como única certeza. Esa misma pulsión y esa misma pasión despide cada una de sus piezas.